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martes, 15 de diciembre de 2009

Mujeres Insatisfechas





No echemos culpas por la insatisfacción femenina, muchas pueden ser las causas y no siempre recae en el varón.

Algunas mujeres no pueden disfrutar sexualmente por situaciones que han vivido en la infancia, generalmente por ser partes de familias con conceptos prejuiciosos relativos a la sexualidad que las lleva a desconocer cuestiones básicas relacionadas con su propia intimidad.

Esto no significa que el varón no tenga culpa alguna: muchos desconocen como hacer disfrutar a una mujer, el famoso juego previo y su importancia fundamental como preparatoria de la escena sexual.

Generalmente, los pacientes llegan consultando acerca de lo que resulta temido y es la presunción de que no son buenos amantes. No se animan a explorar el tema ni a preguntarle a la mujer qué necesita para entregarse. Sucede que el ego sería afectado sí la denuncia afecta la autoestima masculina. “Cómo yo, que he sido tan mujeriego, no voy a saber cómo estimular”, piensan.

Ellas prefieren callar antes de dañar el narcisismo masculino y renuncian al placer durante días, meses y hasta años, hasta que descubren la angustia proveniente de una sexualidad nefasta y rutinaria.




El varón pide la consulta cuando siente que ha dejado de tener sexo con su mujer hace tiempo. Consulta por la sensación que le produce el rechazo femenino y busca la forma de aliviar su preocupación.

No son las féminas las que se preocupan por abstenerse sexualmente o por su infelicidad en el área sexual y eso es lo más alarmante: ellas podrían renunciar eternamente, se completan con otras áreas en las que suelen ser exitosas y ocupan su pensamiento con tareas maternales que las explotan para no pensar.

Algunas renuncian tempranamente al goce sexual, le quitan importancia, o niegan. Ellos entran en una suerte de incertidumbre, se juega la virilidad que queda supeditada a la aprobación femenina.

Un orgasmo fingido reacomoda las cosas y el hombre recupera su autoestima por un tiempo y así se conserva la figura de pareja como sí nada sucediese en el ámbito sexual. Ambos guardan un secreto que será perjudicial en cuanto a la maduración sexual.

Las propuestas indecentes o transgresivas provocarían un repliegue y modificarían el vínculo. Algunas mujeres lo plantean como una manera de liberación de la culpa que les produce lo que emiten respecto a la falta de placer.

Cualquier cambio implica la duda existencial de la pareja y los insume a la desconfianza, un círculo del que no pueden salirse, evitan planteos o se resguardan intermediando en sus momentos íntimos a los niños, que sirven para tapar la insatisfacción de la pareja, las tareas que exigen la presencia permanente se convierte en un vicio difícil de postergar y primero están estas cuando se trata de buscar un espacio posible para recuperar la intimidad.


Insatisfechas con consentimiento, esto es lo más peligroso que le puede suceder a la pareja, entran en un consentimiento del que ambos son responsables, sin formularse preguntas y resignándose a una vida carente de placer.

Casi nulas son las parejas que toman cartas en el asunto. Muchas desde que se conocieron no funcionaron en el ámbito sexual. Sin embargo se resignan a una relación semejante a la hermandad y priorizan otras funciones. La frustración los apresa y con el tiempo el vínculo empieza a sufrir el desgaste propio del problema que ha cursado durante tanto tiempo.

La consulta a veces trae aparejado la posibilidad de solución y no es lo que anhelan en realidad. Prefieren la insatisfacción a prepararse y educarse para el disfrute. Muchas parejas guardan en silencio el malestar que produce una sexualidad limitada y como de afuera todo parece funcionar bien no necesitan modificar nada porque han cumplido con los canones establecidos por la sociedad.

Algunas mujeres enferman por insatisfacción sexual, algunos varones padecen disfunciones por la frustración que les produce sentirse rechazados sexualmente o fracasar en el coito. Manifiestan no haber tenido problemas con anterioridad pero a partir de darse cuenta que se sienten limitados en cuanto a llevar a su pareja al éxtasis notan distintas consecuencias que se van exacerbando y empiezan, por ejemplo, a padecer de deseo hipoactivo, eyaculación precoz e impotencia sexual.

Las mujeres van creando también síntomas que acompañan la necesidad de abstenerse, se manifiestan anorgásmicas o creen que padecen un problema funcional o clínico. Algunas también declaran no tener deseo sexual, o padecer síntomas relativos a dolores semejantes a los premenstruales para abstenerse con motivo aunque aparente.

Debería empezar a crearse la conciencia sobre la necesidad de atender cualquier indicio de estos en pos de preservar la pareja y concientes de la necesidad de tener una vida sexual satisfactoria para que el vínculo no sufra consecuencias en otras áreas que funcionan normalmente.

Un apoyo temprano determinará el problema a tiempo y el diagnóstico precoz permitirá la solución.




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