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miércoles, 2 de diciembre de 2009

NO SUFRIRE POR AMOR

No sufriré por amor



Una consigna difícil de tener en cuenta: dejar de sufrir por amor. Cuántos son los casos de personas que sufren estados depresivos a consecuencia de diferencias en la forma de entender el amor.



Nadie puede precisar las consecuencias en la salud que genera la falta de amor, la sensación de soledad, la angustia permanente por la carencia afectiva, el sentimiento de insaciabilidad por la falta de compañía, la falta de atención y el no registro. Todas estas circunstancias vuelven una tarea difícil el hecho de encontrar una pareja que conforme las expectativas básicas para sentirnos completos.





Uno de los sentimientos más expresados de esta época es la falta de amor, que se engloba en las dificultades para encontrar alguien con quién una persona puede sentirse auténticamente querida, apreciada, tenida en cuenta…



Algunos se quejan de la falta de coincidencia y de la dificultad para encontrar alguien con proyectos similares, con intereses comunes y con valores que se puedan compartir y enlazar.



Hemos perdido el interés por ser felices, o hemos descubierto que las situaciones cambian a lo largo de la vida y los sueños que se esperan en una etapa se modifican y pierden encanto. Se caratulan con otro título y se focalizan en otra dirección, buscando otros fines a veces que no pueden conciliarse en todo.




La falta de confianza y la pérdida de entusiasmo después de haber atravesado un fracaso amoroso, condiciona a las personas a una pérdida total de expectativas respecto al mañana. Como sí fuese un ideal imposible, todos se centran en el presente y descartan el futuro. El futuro es el día a día: qué haré mañana. Una pregunta que provoca vacío y una confusión extrema, porque pensar en un tiempo lejano implica temor al desacierto, a la equivocación y nos infunde miedo.



Escucho los intereses de hombres y mujeres y no puedo entender la falta de viabilidad para considerar la vida en pareja, la pérdida de proyectos, sueños, ideales, la falta de optimismo y la certeza de que nadie podrá recobrar las pérdidas del pasado, hagan lo que hagan.


Siempre somos jóvenes para soñar con aquello que no se ha llevado a cabo, siempre tenemos la posibilidad de descubrir un nuevo amor, un amor distinto… las diferencias también son positivas.




La gente tiende a enterrarse en los recuerdos y elije seguir sufriendo por amor, como sí fuese su única alternativa, una apuesta basta para entender que ese camino no es el que acercará a la felicidad.


En general no suelo escuchar la expresión, ¨Quiero ser feliz y haré lo posible para lograrlo”. Todo lo contrario: se entregan a las malas experiencias perdiendo toda cuota de optimismo y voluntad para cambiar sus vidas, para revertir aquello que hizo daño y darse la oportunidad de continuar eligiendo aquello que prometa un futuro mejor. Se hunden en la falta de optimismo y continúan esperando que lo que no funcionó, funcione.


En lo cotidiano, buscamos soluciones a aquello que no nos convence, sí un artefacto no funciona lógicamente lo reemplazamos por algo que facilite nuestra tarea, sin embargo en lo que respecta al mundo afectivo es complicado tomar decisiones de abandonar lo que en algún momento fabricó expectativas, deseos, sueños, aunque se aproxime el final Entonces, prefieren seguir sufriendo por un amor que ya no puede recuperarse, apostar a sentirse nuevamente vivo, jovial, entusiasta, etc.


Poder detener esos pensamientos que lo único que hacen es hundirse en la depresión y el bajo estado anímico, sería una propuesta para permitir que la vida nos abra una nueva posibilidad de ser felices junto a alguien. Somos obsecuentes y permanecemos insistiendo en aquello que no funciona, sí no es eso, nada vale la pena y perdemos nuestro valioso tiempo sin querer entender que cambiando nuestra visión podremos encontrar lo que tanto anhelamos.




La frase para cambiar de rumbo es “No sufriré más por amor”, a partir de auto convencernos de que no tenemos motivos para sufrir por amor, ni hipotecarnos en forma obsecuente con lo que no funciona. Así, podremos encontrar el camino seguro para darnos la oportunidad de ser felices.


Esta sociedad atenta contra el amor, impone miedos y los antecedentes de algunos son experiencias que sirven de ejemplo y las que se temen imitar. Cuando a otro le va bien, tiene una suerte única, pero sí le va mal, es probable que me suceda lo mismo. Terminamos siendo un cúmulo de mecanismos defensivos que se imponen para evitar los cambios y las nuevas experiencias.


Pienso que uno mismo se impone el propio fracaso, uno evita reconocer el error, por temor a quedar expuesto, creyendo que de esa manera se protegerá de cualquier posibilidad de dolor.


Solemos vivir la vida de los otros y no nos concentramos en la nuestra. Es porque no queremos asumir riesgos que puedan cambiar nuestra manera de ver las cosas y esa forma que tenemos de ser en el mundo.


Si nos daríamos cuenta de que elegimos lo que nos provoca sufrimiento para amar, porque en realidad las experiencias pasadas o aquellas insatisfacciones de la infancia nos hacen repetir fracasos, todo lo que hemos internalizado en forma desagradable en la primera etapa de nuestras vidas nos han marcado el camino hacía la infelicidad y atenta contra nuestro presente y futuro.

El pasado es una condena que no se puede eludir, la dificultad de descubrir que nos sucede nos hace elegir mal nuevamente, más de lo conocido, de lo manejable, aquello que intentamos entonces es solo repetir fracasos.


Nos avergonzamos frente a los fracasos amorosos, es verdad, pero estos sirven también de excusa para no realizarnos en ciertos aspectos fundamentales o esenciales para sentirnos bien. Nos volvemos víctimas de la dificultad de encontrar un amor que no nos haga sufrir, pero no nos planteamos qué hacemos al respecto.


“No sufriré más por amor”, a veces en un intento de salud psíquica y emocional que pretendemos proponernos para no sufrir por amor, pero no hacemos lo correcto para llevarlo a cabo.


Aunque impongamos ciertas reglas no podemos acatarlas, los traumas infantiles son los que nos reeditan a ser víctimas del sufrimiento por amor. Será que no conocemos claramente el significado de la palabra, ni sabemos a ciencia cierta como se entiende el amor, no hay formas de aprender sí no es a través de la experiencia, y a veces la experiencia solo nos impulsa a repetir, sin haber aprendido nada del dolor.




Algunos no pueden evitar lo que los daña y el peligro es una amenaza constante, sin embargo implica un desafío que atrae, atrae lo vívido con la inocencia de que la próxima será distinto, que algo cambiará, pero la conducta adquirida es un impulso de volver a lo mismo y el resultado es el mismo o peor.


“No sufriré por amor”, porque el verdadero amor es el que me acerca a la sensación de felicidad, a la tranquilidad, a la emoción del encuentro con el otro, a la complicidad, al bienestar, a la profundidad en relación a los sentimientos sentidos y expresados y a la honestidad con uno mismo para ser honesto con el otro.


Poder atravesar la barrera que nos reprime, que nos vuelve artífices de una forma de vivir que no deseamos es la tarea más ardua que tenemos, pero vale la pena el intento, entender que en nosotros existe la sabiduría del cambio y la decisión de emprender otro rumbo para vivir buscando el placer y evitando el dolor.
Amigos y amigas aprendamos a no sufrir por amor... aprendamos a ser nosotros mismos y valorarnos... aprendamos que se puede ser feliz por mas que un amor se halla terminado... la vida continua y lo mejor siempre estara por venir no tengas dudas de eso...
Hasta la próxima! KASPER

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